Chile tiene una enorme oportunidad para que las inversiones verdes que realice permitan al sector productivo pasar al siguiente nivel, con empresas renovadas y adaptadas a la nueva realidad que vivimos, con estrategias más compatibles con el futuro que se aproxima al que necesariamente nos tenemos que subir.
En su sentido amplio, las finanzas verdes son aquellas inversiones que se destinan a iniciativas de desarrollo sostenible, productos ambientales y políticas que promueven economías sostenibles y un conjunto de objetivos ambientales.
En ese sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y del Acuerdo del Paris han sido la base para argumentar en los países que el financiamiento verde debe ir apalancando -con mayor relevancia- las inversiones públicas y privadas que brindan beneficios ambientales. Ello, a partir de la modificación del marco normativo, de las instituciones e instrumentos financieros, como bancos verdes, bonos verdes, instrumentos del mercado de carbono, tecnologías financieras innovadoras, y el etiquetado, entre otros.
A nivel global, el mercado de las inversiones ya ha ido incorporando en sus elementos de análisis financiero la trascendencia que tienen que las empresas incorporen dentro de su gestión los factores de riesgos de cambio climático, los que ya no son ponderados como riesgos excepcionales –como lo era años atrás- sino que efectivamente están hoy presentes como situaciones que se presentarán de alguna manera u otra.
Un ejemplo de lo anterior es lo que ha estado haciendo el Fondo de Inversiones BlackRock, con un capital de más de 10 billones de dólares bajo su administración, quien afirmó públicamente –en enero del 2021- que ha empezado a desinvertir en compañías que tienen altas emisiones de carbono, y en aquellas que no han sido capaces de demostrar cómo se han insertado en la ruta de la disminución de la emisión de los gases de efecto invernadero.
Transición
Antiguamente, existía una mirada empresarial transaccional que estaba centrada más bien en la empresa y su entorno inmediato, cuestión que de alguna forma se ‘resolvía’ a través de la llamada Responsabilidad Social Empresarial (RSE), sin embargo, a propósito de los evidentes efectos del cambio climático la discusión ha migrado rápidamente hacia el costo financiero que esto tiene y tendrá para las empresas.
En efecto, es ese punto quizás –el de los costos financieros- el más relevante porque sienta las bases de lo que será el cumplimiento de los objetivos que nos hemos propuesto como país para la alcanzar la carboneutralidad.
En ese sentido, ya no sólo es relevante que la empresa en cuestión tenga medidas de sostenibilidad acerca de sus operaciones, sino que en el caso –por ejemplo- de aquellas que son proveedoras de otras empresas, el acento está en que estas últimas no sean compañías que estén afectando o dañando el medioambiente. Hoy ya no se trata del Business to Business, sino que la responsabilidad se extiende hasta la sociedad misma, en lo que se conoce como B2B2S (Business to Business to Society).
Y es en este contexto, donde ya se han incorporado con fuerza actores relevantes que vienen a dar un nuevo impulso –necesario por cierto para lograr alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto como país- como los organismos reguladores, el Banco Central, y el Ministerio de Hacienda, marcando la pauta acerca de las inversiones públicas verdes (creación de la Oficina de Finanzas Verdes) y la coordinación de éstas con lo privado para ir apalancando recursos que vayan en la línea de aumentar las iniciativas de sostenibilidad.
Chile tiene una enorme oportunidad para que las inversiones verdes que realizará en este proceso de transformación sostenible –tanto público como privado- logre dar un paso al siguiente nivel, para que las compañías, especialmente, aquellas que reciben y recibirán ayuda del Estado se renueven y adapten a la nueva realidad que vivimos como planeta, con estrategias más compatibles con el futuro que se aproxima al que necesariamente nos tenemos que subir. Nuestro país es exportador –por esencia- y se está viendo seriamente afectado por el Cambio Climático, y este impulso del financiamiento verde es una excelente oportunidad para no quedarnos atrás.
Antofagasta, 31 de enero del 2022