Texto: Gerencia de Asuntos Públicos y Sostenibilidad | Green Leader
La humanidad está consumiendo más recursos naturales de lo que debe, tanto así que -medido en un año calendario- las provisiones ecológicas sólo nos alcanzaron hasta este 28 de julio, y todo lo demás que consumamos desde el día siguiente hasta el 31 de diciembre se llama sobregiro o deuda, es decir, un consumo adicional de recursos renovables que van más allá de lo que el planeta es capaz de regenerar para estar en equilibrio. Para poder vivir de forma sostenible necesitaríamos hoy 1,75 planetas.
El principio básico de la economía nos plantea que cuando la demanda excede la oferta, entonces, aumenta el precio y se produce un nuevo equilibrio, y cuando la oferta excede a la demanda, los precios bajan, y se vuelve a generar un nuevo ajuste. Esta es la dinámica en que –todo lo demás constante- se mueve gran parte de la economía mundial, sin embargo, si hiciésemos un símil con lo que ocurre con la naturaleza –en donde también podemos encontrar esta ley- cabría preguntarse ¿qué ocurre si aumenta la demanda por recursos y servicios de la naturaleza, pero la posibilidad de regenerar ese consumo por parte del planeta no logra dar respuesta a este nuevo equilibrio esperable? Sencillo, caemos en un desequilibrio que viene a ser tanto más grave que cualquier otro, lisa y llanamente, porque no tenemos -lo que en palabras de Greta Thunberg sería- un planeta B o Sustituto, es decir, caemos en un sobregiro ecológico.
Es dable creer que esta comparación pudiese ser un poco forzada, sin embargo, ilustra que –ceteris paribus- aun cuando un producto o servicio -por la razón que sea- se halla expuesto ante un aumento o disminución de la demanda, se generará un nuevo equilibrio e incluso los productos sustitutos harán su aparición, pero en el gran mercado llamado planeta desde hace 50 años nada de esto ocurre porque la mayor demanda de recursos naturales está colisionando frontalmente con las posibilidades de regeneración que éste tiene, y lo que resulta más complejo, este desequilibrio está impactando directo en la Biocapacidad, es decir, en la capacidad biológica productiva de generar un abastecimiento regular de recursos renovables y, además, de ser capaz de absorber los desechos resultantes de ese consumo.
Cada año como en el mes de agosto escuchamos aquello que ‘en lo que va del año, ya hemos utilizado como humanidad todos los recursos naturales que deberíamos tener hasta final de año disponibles en el planeta’, es decir, el impacto antropogénico sobre la Tierra, llamado también Huella Ecológica para efectos de indicadores y medición, nos da cuenta de la incidencia que la acción humana tiene en la Biocapacidad, y si el cociente arroja un sobregiro (ecológico), significa que estamos consumiendo más de lo que se regenera para estar en equilibrio.
Esta medición es en un periodo de un año, y los sobregiros se calculan dividiendo la biocapacidad del planeta (la cantidad de recursos ecológicos que la Tierra puede generar ese año), por la Huella Ecológica de la humanidad (la demanda de la humanidad para ese año), y multiplicando por 365, el número de días en un año:
(Biocapacidad del planeta / Huella ecológica de la humanidad) x 365 = Día del sobregiro de la Tierra
51 años de Insosteniblidad
Fue en 1971 cuando ocurrió el primer sobregiro ecológico y sucedió pocos días antes de finalizar el mes de diciembre, y desde ese momento ha ido aumentando de forma progresiva. Este año 2022, cinco décadas después de aquella primera medición, se fijó por parte de la organización Earth Overshoot Day el día 28 de julio como el Día del Sobregiro (Deuda) Ecológico de la Tierra, dos días antes de lo que fue el 2021 cuyo día fue el 30 julio. (Ver fechas desde 1971)
El 15 de mayo pasado, Chile mostró un triste récord en este indicador posicionándose por tercer año consecutivo como el primer país de Latinoamérica en sobregirarse ambientalmente, es decir, nuestro país se consumió 73 días antes del promedio mundial sus recursos de la naturaleza y acrecentó la deuda en 2 días más. El año 2021 fue el 17 de mayo.
Efecto de la Pandemia: el reflejo de una caída
El 2020 el mundo vivió una paralización global a raíz del Covid-19 que afectaba prácticamente todos los rincones y, por añadidura, las actividades humanas, hecho que generó un impacto positivo mejorando de forma sustantiva los indicadores de la Huella Ecológica, tanto así, que la fecha fijada para el Día del Sobregiro Ecológico para ese año fue el 22 de agosto, es decir, se retrasó 3 semanas respecto del año anterior, lo que reflejó que es posible cambiar los patrones de consumo a corto plazo.
Sin embargo, ese reflejo de una caída de la deuda ecológica fue sólo eso, un reflejo, y es que al año siguiente ya retomó los niveles con que venía, por lo que se trata de un desafío de niveles gigantescos, planetarios, en donde la transformación hacia un mundo sostenible y neutral en carbono –explica la Global Footprint Network- tendrá éxito ‘si se aplicamos las mayores fortalezas de la humanidad: previsión, innovación y cuidado mutuo’.
Los desafíos que se ha colocado el mundo para poder frenar el alza de la temperatura del planeta y tratar de adaptarnos a los efectos del cambio climático supone, ciertamente, modificar la acción antropogénica alineándola a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de allí que entre los 17 ODS no existe uno que sea más importante que otro, pues la sostenibilidad se alcanzará en la medida que todos representen en sí mismo una meta por lograr.
Estrategia Integral
Chile con la promulgación de la Ley Marco de Cambio Climático, en junio pasado, plasmó en un cuerpo normativo general la necesidad de avanzar de forma integral, fundamentalmente, porque nuestro país debe priorizar su tiempo y esfuerzo hacia la sostenibilidad y la adaptación, pues nuestra condición de país vulnerable a los efectos del cambio climático (cumplimos 7 de 9 criterios definidos por la ONU), nos debe impulsar hacia la meta de un Chile sostenible y que opera con un presupuesto ecológico con saldo positivo y no en deuda como es hasta hoy.
Desde esa lógica, entonces, la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, el Plan Nacional de Acción por el Cambio Climático junto a sus bajadas regionales y comunales, la Ley de Responsabilidad Extendida al Productor, la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, la Hoja de Ruta para una Economía Circular, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, y la Estrategia Nacional para la Gestión de Residuos Marinos y Microplásticos, entre otras, son el entramado que, junto al sector privado y la ciudadanía, permitirán lograr el objetivo de avanzar hacia un país mejor y más equilibrado en su oferta y demanda ecológica.